Desde la Junta de Personal Docente de Cantabria hemos recogido el malestar creciente entre el profesorado por las dificultades generadas por la implantación de la LOMLOE desde el punto de vista de la evaluación y la calificación.
Por este motivo, os rogamos que difundáis entre los miembros del claustro el texto que os adjuntamos, elaborado por docentes de otro centro, con la intención de que pueda ser firmado y apoyado por el mayor número de docentes del mismo.
Hemos creado un formulario web para poder recoger las firmas recibidas de forma más fácil y rápida. Por ese motivo, solicitamos nuevamente que difundáis esta iniciativa entre los miembros del claustro. Si ya tenéis las firmas en papel, solicitamos que nos las enviéis a través de un correo electrónico.
A través de este enlace se puede acceder al formulario: https://chng.it/pvGyCThtZN
Muchísimas gracias por vuestra colaboración.
Los profesores abajo firmantes queremos dejar constancia de nuestra disconformidad con el
nuevo sistema de calificación que, a raíz de la puesta en marcha de la última ley educativa y de
las decisiones de la Consejería de Educación de Cantabria, se ha establecido como referencia
en el sistema educativo desde el año pasado con los cursos impares, y con el resto durante el
presente curso.
Los docentes estamos realizando un esfuerzo notable para tratar de ajustar nuestra
evaluación a las peticiones que nos llegan desde los organismos administrativos de Educación,
conscientes de que es nuestra obligación, pero también ilusionados con la idea de mejorar
nuestra práctica docente en la que la evaluación juega un papel trascendental. No obstante, a
estas alturas del proceso ya podemos testimoniar que el nuevo sistema no resulta práctico ni
efectivo a la hora de calificar a los alumnos. Al profesor le supone una cantidad ingente de
horas dedicadas a rellenar tablas de diferentes programas informáticos, desglosar las
competencias en criterios, informar a los alumnos y a las familias de un sistema tan complejo
y, sobre todo, distribuir unos porcentajes absolutamente minúsculos en muchos casos a
diferentes actividades que, de igual modo, han de corregirse con puntillosa minuciosidad. En
definitiva, a tratar de obtener una cifra con una exhaustividad que resulta tan poco razonable
como la que se proponía desde el enfoque de los estándares de aprendizaje.
En este nuevo contexto, la labor docente se asemeja más a una administrativa y contable que
a la propia de uno de los colectivos fundamentales en el proceso de formación y crecimiento
de personas críticas, responsables y libres. Como consecuencia de este dislate en el correcto
enfoque calificador nos vemos forzados a dedicar un tiempo muy valioso en funciones que no
contribuyen en absoluto a la mejora del aprendizaje del alumnado, en detrimento del
empleado en la preparación de las clases, la atención a la diversidad o la elaboración de
actividades motivadoras; funciones que conllevan una verdadera mejora del proceso
pedagógico.
Resulta revelador y frustrante a partes iguales la perplejidad que tanto el alumnado (los
principales implicados en el proceso formativo de la comunidad educativa) como sus familias
muestran al ser informados de los innovadores modos de calificación. Entendemos que la
complejidad que implican, el desatino en su planteamiento, la diversidad en función de la
asignatura que se trate o el galimatías interpretativo al que puedan dar lugar, propicia más la
desafección al proceso educativo que la deseable cohesión de la comunidad educativa. La
mayoría del profesorado, estudiantes y familias venimos haciéndonos eco con pesadumbre de
este fárrago evaluador involutivo al que nos vemos sometidos desde el curso pasado.
Las aportaciones del Servicio de Inspección Educativa en su empeño de ayudar al profesorado
resultan fútiles a la hora de esclarecer un sistema evaluador basado en un desmesurado
número de criterios (más de veinte en algunas asignaturas) que, paradójicamente, toma las
competencias como elementos nucleares. Partiendo de ahí, la lógica nos dice que lo coherente
sería utilizar estas como referente de evaluación y no un sinfín de criterios, de modo que las
calificaciones de los estudiantes emanaran de un sistema útil, consecuente y transparente,
como reflejo de la adquisición de las distintas competencias en los diferentes cursos y etapas
educativas.
En resumen, nos parece poco razonable el mantenimiento de un sistema ineficaz e
incoherente y rogamos se tenga en cuenta esta propuesta de modificación que sólo pretende
mejorar la calidad educativa.